viernes, 2 de septiembre de 2011

Síndrome de Defensor Central

Si bien me la paso escribiendo, hace rato que no me sentaba a hacerlo con este objetivo, pero si volví es porque creo que he descubierto algo. No se relaciona necesariamente con el objetivo primario que dio a luz a este espacio, pero es el espacio que tengo.
Padezco el “Síndrome de Defensor Central (SDC)”. Creo que sé en qué momento fue adquirido, aunque puede que sea congénito, pero está.
Presumo que todo empezó de la mano de un referente de mi infancia, el señor Oscar Cartucho Casanova, cuando me agarró apenas cumplidos mis diez años a la salida de un partido de Liga Country Sur en el cual me desempeñaba como segundo delantero cual si fuera el melli Guillermo.
Imposible olvidarlo, fue en ese espacio verde que hay entre la cancha 1 y la 2 cuando me tomó del hombro y me dijo “Escuche, su papá juega de central y su hermano juega de central, usted puede elegir entre seguir jugando de delantero acá o venir a jugar de central conmigo”. Duro, áspero, pero realista. Para elegir hay que tener cintura me dijo un profesor diez años después. Si leyeron el título se darán cuenta que accedí sin pensar que ese simple hecho me cambiaría mi vida, no solo dentro de un campo de juego sino fuera también, ya que como dijo Sacheri, los que dicen que la vida no se relaciona con el fútbol no entienden nada, ni de la vida, ni del fútbol.
Desde ese instante tomé otra óptica de la vida, la visión panorámica, desde el fondo. Lo que me di cuenta recientemente es que analizando mis actos, esto repercute en todos, como en el estudio por ejemplo.
Tanto en la secundaria como en la facultad, siempre sentí la necesidad de sentarme atrás, al fondo, espalda a la pared, si se puede ángulo mejor, cerquita de las telarañas. Llegar tarde y tener que sentarme adelante me hacía volverme incómodo toda la clase, moverme, no lograr hallarme. La sensación de intuir que algo transcurre detrás de mí y no tener la certeza de que exista es lo que no me deja tranquilo. No creo que parta del sentimiento de querer ser parte activa de todo, pero por lo menos tenerlo controlado. Releyendo suena algo paranoico, pero no.
Prefiero las películas en casa antes que el cine. Si bien me gusta mucho nunca termino de encontrar la posición. Que erguido, que doblado, que piernas arriba, que abajo, no es mi lugar, no puedo ver.
En la calle, en la cancha, en cualquier lado me encuentra mirando cada tanto por sobre mi hombro, solo para corroborar que todo esté bien, como esperando un pulgar arriba del arquero que diga que siga.
Mis amigos se quejan de mi porte al comer, ya sea en casa o afuera. En una mesa típica de varias personas, si adoptase la postura que todos consideran correcta tendría solo visión hacia quien está frente de mí y quien está a su lado. En cambio, prefiero sentarme en una punta y, al colocar el pie sobre la silla del que está a mi lado, poder girar el torso de frente a la mesa, es todo mucho más claro. Ni hablar si hay cabecera, es mía.
La Real Academia Española define síndrome como un conjunto de fenómenos que caracterizan una situación determinada, sin dudas lo es.
Investigadores, médicos, periodistas, público en general, permítanme presentarles el Síndrome de Defensor Central.