domingo, 9 de mayo de 2010

A levantar cabeza

Con tiempo y muchas ganas, me vuelco a escribir sobre un hecho particular que me tocó vivir hoy. No me avocaré a esto en particular sino a sus consecuencias en mi persona.

Pocas cosas más lindas hay que tener un proyecto a futuro (corto, mediano, largo plazo), trabajarlo, pulirlo, seguir trabajando, mejorarlo y finalmente ver que los resultados son iguales o mejores que los que uno había imaginado en un principio.

En la charla técnica todos los equipos son campeones del mundo, pero cuando salen a la cancha, la pelota quema, los rivales también corren, el árbitro se equivoca y los de afuera putean. Ahí es donde se ve el trabajo real. No en las frases estúpidas que uno pueda evocar para concentrar o motivar en un vestuario sino cuando la pelota rueda, el tiempo pasa y las ideas carecen.

Peor aún es cuando las ideas están claras e incorporadas pero por el entorno o uno mismo no puede ejecutarlas a gusto. Y ahí surge la posta, el punto de hoy, el entorno.

¿Cuánto influye este en los resultados? ¿Cuán significativo es? ¿Qué importancia se le da y qué importancia tiene realmente? ¿Cuán inmunes somos a la hora de que este se involucre?

Cuando uno prevee una situación de la vida, al igual que en el fútbol, sabe que puede ganar, empatar o perder, pero lógicamente esperara con ansias la victoria.
Cuanto más se presente esta, mayor será el grado de felicidad, pero al mismo tiempo, menor será el grado del aprendizaje porque no hay nada que enseñe más que la derrota y dichoso aquel que nunca la enfrenta, pero pobre también, pobre en crecimiento.

Claramente esto es un lime, pero también es claro que un sacudón a la omnipotencia duele y mucho, pero pensandolo un poco, no viene taaaaaaaan mal.


Digan lo que quieran, pero sobre gustos ahora hay algo escrito:
“Junta esperencia en la vida
hasta pa dar y prestar
quien la tiene que pasar
entre sufrimiento y llanto,
porque nada enseña tanto
como el sufrir y el llorar.”


José Hernández – Martín Fierro

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